Segue uma resenha de um livre bem interessante e que
desmistifica o rótulo "populista" que muitas vezes (a maioria deles,
na verdade) é usado de forma oportunista para criticar políticas de cunho
populares. Já afirmei que o conceito foi difundido no Brasil por sociólogos de
"esquerda", mas que serviu como luva para a turma da "massa,
porém cheirosa". Quem tiver oportunidade, leia o livro.
Laclau, Ernesto. 2005. La Razón Populista. Buenos Aires
y México: FCE, 312 pp.
La reciente publicación del libro La razón populista
del teórico social argentino Ernesto Laclau ha ocurrido en paralelo con la
aparición de su versión inglesa On Populist Reason (2005, London: Verso). Este
es un privilegio pocas veces gozado por lectores de habla hispana acostumbrados
a recibir tardíamente traducciones. Se trata también de una oportuna
publicación que aporta una manera alternativa de comprender la formación de
identidades colectivas populares en un momento en que la teorización está dominada
por la idea de la formación de la multitud en oposición al proyecto de
globalización capitalista.
Un primer aspecto que sorprende al leer este libro es
la continuidad del pensamiento de Laclau, que por más de dos décadas ha
desarrollado una teoría social construida sobre los conceptos de discurso,
articulación y hegemonía. El texto que marcó el inicio de esta aventura teórica
fue Hegemonía y Estrategia Socialista (1987), escrito conjuntamente con Chantal
Mouffe y que influyó significativamente el pensamiento de las izquierdas y la
intelectualidad progresista en todo el mundo. El telón de fondo de ese libro
fue el fracaso de los análisis clasistas y esencialistas del marxismo para
explicar la proliferación de una serie de nuevas demandas y actores sociales inicialmente
denominados como nuevos movimientos sociales (por más que algunos fueran muy
longevos ya, como el feminismo).
La razón populista continúa esa exploración,
enfocándose de manera explícita en la constitución de identidades colectivas y,
en particular, en la del populismo1. En las primeras páginas de La razón
populista Laclau acusa a las ciencias sociales de estar en una impasse con el
populismo.
Las dificultades para definirlo, la carencia de
acuerdos mínimos entre especialistas sobre su contenido constitutivo y los
infructuosos intentos de conceptualización a los que escapa su siempre fluida y
variable realidad empírica, dan cuenta conjuntamente de un problema mayor de
los paradigmas dominantes en las ciencias sociales. El problema es, según sugiere
Laclau, la dificultad para incorporar en el análisis social y político lo
no-racional, pasional y afectivo que, no obstante, es constitutivo de la
política2. Esta incapacidad ha llevado a observar el fenómeno populista como
una anomalía o patología, y a la categoría populismo como un concepto desdeñado
por su vaguedad. Laclau se pregunta si esta vaguedad del concepto, en lugar de
determinar su no-razón y consiguiente estigmatización como categoría, no
debiera acaso motivar la búsqueda de una óptica diferente capaz de descubrir la
lógica subyacente al fenómeno (cf. Capítulo 1). A la luz del
postestructuralismo y la teoría psicoanalítica (especialmente de Freud y
Lacan), el populismo es pensado por Laclau como una práctica política
específica, una lógica de lo social y un modo específico de construir lo
político. Mirados desde este prisma, la vaguedad e indeterminación del lenguaje
populista, su retórica, la pasión que despierta y sus símbolos, constituyen
objetos de análisis legítimos, en vez de ser meras expresiones de su supuesta
naturaleza patológica. De este modo, el foco del análisis de La razón populista
es el conjunto de estrategias discursivas y las condiciones que han hecho
históricamente posible la emergencia del discurso populista y la identidad colectiva
pueblo.
La primera parte de La razón populista presenta un
análisis crítico de las teorías existentes sobre el populismo, enfatizando su
dependencia de las teorías elaboradas en la psicología social y,
específicamente, la así llamada psicología de masas, desde Taine, Le Bon,
Tarde, McDougall a Freud (cf. Capítulos 2 y 3). ¿Con qué justificadas razones
excluye Laclau la producción más contemporánea sobre la formación de
identidades colectivas? La lectura de estos capítulos deja la impresión que el ejercicio
de revisión, más que discutir las teorías disponibles sobre la materia, intenta
preparar el camino para la presentación de la teoría de Freud en Psicología de
las masas y análisis del yo (1989)3. De esta discusión es importante retener
que para Laclau el proceso fundamental de formación de identidades colectivas
es el de identificación. Más precisamente, se trata de una variedad de procesos
diferentes -distintas "alternativas sociopolíticas" de
identificación- que aquí no podemos detallar y que tienen en común la
contribución a la construcción del lazo emocional que une socialmente a los
miembros de un grupo entre ellos y con el líder (2005a: 76-88).
La segunda parte del libro es teóricamente más original
y conecta varias de las categorías y teorías elaboradas en trabajos previos con
el problema empírico de la formación de la identidad colectiva
"pueblo"4. Laclau explica que el populismo establece una
"frontera" política entre el campo del poder y el campo popular. Esta
frontera política se ordena sobre la base de una relación antagónica
fundamental: el pueblo (amigos) y sus enemigos. ¿Pero cómo se construye esa
identidad del pueblo? La operación discursiva característica del populismo
consta de los siguientes pasos (cf. Capítulos 4 y 5): 1) Un momento inicial en
que domina la heterogeneidad de lo social expresada en la diversidad de grupos,
individuos e intereses; 2) una segunda fase en que se produce una serie de
demandas al poder representativas cada una de intereses particulares; 3) cuando
estas demandas iniciales no son satisfechas y se acumulan, emerge una cierta
"equivalencia" entre ellas en tanto opuestas al poder; 4) llega
entonces una cuarta fase en que se recurre a algún elemento que condensa las
demandas o las representa simbólicamente en tanto conjunto sin por ello borrar
los términos singulares de la cadena de demandas equivalentes; 5) ese elemento
es investido (catexis) con una significación afectiva que desborda las
posibilidades conceptuales y lógicas de representar la totalidad y plenitud
social. Esta es una representación imposible tal y como lo es la representación
de Dios que, no obstante, es encarnado en algún signo. El signo de la totalidad
y plenitud social se constituye en lo que Lacan llamó "objeto pequeña
a", que es un escenario u objeto fantástico, idealizado y capaz de
movilizar afectos y pasiones y que, aunque imposible de realizar en la realidad
empírica, sigue siendo necesario para la subsistencia y unidad del grupo. Este
"objeto a" usualmente nombra un vacío, una carencia o necesidad
social a la que corresponde la construcción retrospectiva de una cierta escena
mítica que luego es proyectada. Así, por ejemplo, el término
"reconciliación nacional" tiene en el políticamente dividido Chile el
carácter de ese objeto imaginario, idealizado e irrealizado, que alude a un
supuesto pasado (mítico) de unidad y plenitud de la nación que fue dañado en
1973. Ese trauma es imaginariamente resuelto o negociado por medio de la
proyección de un escenario mítico con el que nos referimos a un anhelado futuro
de unidad y armonía de la nación chilena.
El caso que analiza Laclau es diferente, pero
igualmente claro. La articulación de variadas demandas sociales particulares,
bajo la categoría de demandas del "pueblo" o populares, sobrecarga
semánticamente al término pueblo. A la vez, lo convierte en una imagen que
condensa la heterogeneidad e inviste afectivamente estableciendo lo que se ama
y lo que se odia (volveremos a este punto en un momento). Esto permite que
proyectos denominados como populares aspiren a representar simbólicamente la
totalidad de lo social. Es necesario insistir en que esta es lógicamente una
tarea imposible: por una parte, dada la heterogeneidad social empíricamente
existente y, por otra parte, debido a la carencia relativa de medios
conceptuales para aprehender y representar una (inexistente) totalidad y
plenitud social. Por ello, lo que parece a muchos el problema, esto es, la
vaguedad y vacío conceptual del término pueblo, es lo que permite su uso como
una categoría tendencialmente vacía que, por carecer de un contenido particular
(todos son el pueblo y, a la vez, no hay algo como un interés general
esencial), sirve como superficie para la inscripción de las más variadas
demandas. En otras palabras, es la ausencia de contenido específico del término
pueblo lo que permite proyectar en él la representación de la totalidad social.
Cuando esto se logra, se ha construido una identidad colectiva nueva,
englobadora y capaz de representar a la sociedad en su conjunto (sin que las singularidades
desaparezcan en su totalidad). No obstante, esta es una unanimidad virtual, que
necesariamente involucra exclusiones y que se opone a los enemigos del pueblo,
como lo son la oligarquía, los intereses de los poderosos, el poder, el
sistema, la élite o el capitalismo global, dependiendo del caso particular.
Esta unidad virtual de la identidad "pueblo" está inherentemente
marcada por la falla del discurso totalizador y por su imposibilidad conceptual
de representar la plenitud de la sociedad. Es por ello que el populismo
construye la identidad popular como una "comunidad imaginaria", un
escenario imaginario o una fantasía social5. Pero esto no lo hace menos real ni
a sus efectos menos importantes. Esta es la lógica de hegemonización política
que Laclau denomina razón populista.
El libro La razón populista establece un diálogo entre
este argumento abstracto y una serie de ilustraciones históricas que lo llevan
a flexibilizar y a hacer más complejos argumentos sostenidos en trabajos
anteriores6. No obstante, este diálogo muy fructífero entre casos empíricos y
teoría no es siempre claro. ¿Cuál es el estatus que ocupan los análisis de
realidades históricas empíricas en el libro? ¿Son puramente ilustrativas de las
lógicas sociales que intenta describir teóricamente? ¿Son pequeños casos de
estudio que tienen un real impacto en la teorización y que, necesariamente, la
varían? ¿Son meras aplicaciones de los argumentos generales abstractos? ¿Cuál
es, en última instancia, su peso y rol en la comprensión y explicación del
populismo (o, más generalmente, en la formación de identidades colectivas)? Si
bien esta aparece como una debilidad del texto, es importante reconocer que, a
diferencia de trabajos anteriores del autor, este no es una colección de
ensayos teóricos que abordan cuestiones de ontología social en un lenguaje
puramente filosófico y altamente críptico que alejó a muchos lectores7.
Cualquiera sea el estatus de la información empírica proporcionada, en este
caso la teoría establece un diálogo efectivo con la historia. No podemos negar
que las categorías abstractas se encarnan continuamente en explicaciones de
casos históricos -como el kemalismo turco o el peronismo argentino-
obteniéndose un resultado mucho más didáctico y un estilo más amigable con el lector.
Es de este diálogo entre teoría y lo empírico que surge la novedad de La razón
populista.
La tercera parte del libro es un análisis de las
condiciones de posibilidad históricas de la emergencia del actor
"pueblo", como de aquellos factores que la obstaculizan. Su capítulo
final sitúa esta discusión sobre el populismo en el marco de las teorías
políticas postmarxista, post-estructuralista y/o postlacaniana de autores como
Slavoj Zizek, Michael Hard y Antonio Negri, con las que Laclau polemiza. Al
primero, Laclau critica que termine otorgando al antagonismo de clase un status
privilegiado entre la diversidad de líneas de antagonismo social. Según Zizek,
la diversidad de relaciones antagónicas de género, etnia, etc., estaría
sobredeterminada por un apriorístico antagonismo de clase. Por tanto, la
constitución de actores colectivos ocurre como resultado de la
sobredeterminación de la categoría clase por sobre otras. A este planteamiento,
Laclau opone la radical contingencia de la articulación de actores populares.
Según esta visión, no existe a priori histórico ni social y, más bien, cada
construcción de actor popular es resultante de una acción de articulación
política concreta que nombra e inviste afectivamente. El término pueblo está
connotando con ideas de totalidad y plenitud que no pueden provenir de alguna
condición sociológica propia del actor o de algún a priori de la situación.
Laclau también critica la visión de Michael Hardt y Antonio Negri, que, frente
a la afirmación de la heterogeneidad social fomentada por el capitalismo
global, oponen la formación de una igualmente heterogénea y desarticulada
multitud. La multitud es la categoría con que ellos denominan a la variedad de
luchas contemporáneas contra el centro del capitalismo global. Luchas como la
de los diferentes movimientos indigenistas, de campesinos desposeídos,
inmigrantes ilegales, mujeres discriminadas, etc., sólo comparten una común
oposición vertical al centro del sistema. Laclau critica esta visión por
carecer de una perspectiva estratégico-hegemónica. La gente no sólo se opone,
según Laclau, también requiere proposiciones, decisiones y proyectos
alternativos comunes. En otras palabras, se requiere de una articulación social
y política que construya un proyecto hegemónico que ofrezca a la vez un orden
social y simbólico. Es precisamente la heterogeneidad social fomentada por el
capitalismo globalizado lo que obliga a la construcción política de proyectos
hegemónicos y de actores colectivos. Dicho de otro modo, la formación de
actores colectivos populares no puede ser sino el resultado de un acto político
que logra articular la heterogeneidad social.
Para concluir, hay que destacar que La razón populista
aporta una nueva dimensión a la teoría de la hegemonía, otorgándole valor a lo
pasional y afectivo que es tan propio de la construcción de identidades
colectivas y de la lucha política. La razón populista se hace cargo de este
largo e inexcusable relegamiento de esos factores no-racionales de los análisis
sociales y políticos. En consecuencia, este libro será especialmente apreciado
por aquellos que están agotados de los enfoques tradicionales de la politología
para dar cuenta de la lógica hegemónica de la política que frecuentemente
abrazó la explicación funcionalista de la agregación de intereses de los
partidos políticos y de la formación de alianzas políticas. También será del
interés de aquellos que buscan comprender la formación de clivajes y
antagonismos políticos de modo diferente a como lo ha hecho la sociología
política clásica partiendo de Stein Rokkan. Será igualmente un aporte para
quienes están interesados en el análisis de la formación de identidades
colectivas y que sientan que los análisis sociológicos y politológicos
tradicionales no acaban de dar cuenta de los complejos procesos involucrados.
Finalmente, también interesará a aquellos que han notado la centralidad que ha
adquirido el viejo problema de la constitución del actor colectivo, concebido
ya sea como proletariado, multitud o pueblo en cierta filosofía política y
teoría social contemporánea. En todos estos casos, el aporte principal de La
razón populista será la relevancia otorgada a lo pasional, lo afectivo y lo
identificatorio en la política contemporánea.
Notas
1 Laclau estudió inicialmente el populismo hace tres
décadas en Política e ideología en la teoría marxista (1986). El populismo ha
sido objeto de estudio también en su importante artículo "Populism: What's
in a name?" (Laclau, 2005b). Laclau ha sostenido en diversos medios y
foros que la experiencia seminal de su juventud como dirigente político
universitario en la Universidad de Buenos Aires y la experiencia política de Argentina
con el populismo ha influido profundamente su teoría y su manera de acercarse a
la política (Critchley & Marchart, 2004). Esta experiencia temprana
marca su aproximación inusual y original al fenómeno populista.
2 De la política en general, por tanto, no sólo de la
política populista.
3 Sin ser un experto en la materia, me parece que, por
ejemplo, la obra de Henri Tajfel (1984) es de enorme importancia y merece mayor
atención.
4 En estas secciones se ve claramente cómo este libro
continúa la exploración filosófica y política sobre la construcción de
identidades políticas iniciada en Hegemonía y estrategia socialista, Nuevas
reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1993) y Emanciption(s)
(1996).
5 Benedict Anderson (1993) ha probado convincentemente
el carácter construido e imaginario del nacionalismo. El argumento de Laclau
sobre el populismo tiene obvias afinidades con la intuición de Anderson.
6 Sobre el particular, me parece especialmente
importante el caso de lo que llama las lógicas de equivalencia y diferencia,
que en trabajos anteriores parecían más bien tipos puros y alternativos y que
acá son puestos en juego como lógicas que se contaminan y que se presuponen
mutuamente en la construcción y desplazamiento de fronteras políticas (pp.
104-108). De igual modo interesante me parece la rearticulación de la
distinción entre significantes vacíos y significantes flotantes (pp. 163-169).
7 Es sabido que Lacan no pretendía hacer de sus
escritos y alocuciones un discurso prístino. él quería hacer pensar. Me
pregunto si Laclau, como buen lacaniano, no habrá buscado lo mismo. Esto
necesariamente lo ha relegado a los escaparates académicos y alejado de la
hegemonización del campo teórico y político dado su estilo abstracto, seco y
que no hace concesiones al sentido común.
REFERENCIAS
Anderson, Benedict. 1991. Imagined Communities: Reflections on The
Origin and Spread of Nationalism (Rev. and expanded edition). London: Verso.
Freud, Sigmund. 1989 Group Psychology and The Analysis of The Ego. New
York : W.W. Norton.
Laclau, Ernesto. 1986.
Política e ideología en la teoría marxista: Capitalismo, fascismo, populismo
(3a ed.). México, D.F.: Siglo Veintiuno.
Laclau, Ernesto. 1993.
Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Visión.
Laclau, Ernesto. 1996. Emancipation(s). London/New York: Verso.
Laclau, Ernesto.
2005a. La razón populista, Buenos Aires y México: FCE.
Laclau, Ernesto. 2005b. "Populism: What's in a Name?". En
Populism and The Mirror of Democracy, editado por Francisco Panizza. London:
Verso, 32-49.
Critchley, Simon y Oliver Marchart. 2004. Laclau: A Critical Reader. London:
Routledge.
Hernán Cuevas
Valenzuela
Instituto de Ciencia
Política
Pontificia Universidad
Católica de Chile.
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